Todo es don de Dios, pero es necesaria una activa cooperación con la gracia.

martes, 21 de diciembre de 2010

Paciencia: El Silencio en la esperanza

La Navidad y el fin de año son fiestas que traen consigo un sinfín de compromisos y responsabilidades, en este tiempo las personas andan agitadas, algunas señoras se alborotan por la cena navideña, hay jóvenes que andan de aquí a allá por los intercambios de regalos ó el plan para año nuevo, los que trabajan soportan el tráfico, arman balances además de planificar el siguiente año, en fin cada uno en lo que le exige la propia vida.

Son situaciones reales, de hoy en día, en las que existe la tentación de sucumbir al mal humor (por no entender que el otro también anda en mil cosas), riñas y discusiones (por echarle la culpa a quien no la tiene), lenguaje soez (aun sabiendo que no se gana nada hablándolo) ó peor aún mentiras (por querer cumplir algo que no puedes cumplir), seguramente todos hemos caído en algo o mucho de esto. A pesar que los ejemplos parecen negativos, pueden ser vistos en positivo pues este tiempo es también una gran oportunidad para vivir el silencio, un silencio no como mera ausencia, como una especie de mutismo. Hablamos del silencio como la palabra no hablada, como plenitud de ser, como equilibrio y armonía. 1

En nuestra lucha por el dominio propio (y por medio de esto la búsqueda de la virtud) hay varios “tipos” de silencio, estos son medios a través de cuyo ejercicio buscaremos capacitarnos para acoger y escuchar a Dios. 2 No obstante hay dos que en particular nos pueden ayudar a perseverar camino a finalizar el año, son el silencio de memoria y el silencio de los bienes temporales, el primero prepara y el segundo ayuda en el ofrecimiento de las mortificaciones. El silencio de memoria abarca también nuestra imaginación y fantasía, implica ejercitarse en la presencia de Dios en lo cotidiano, apoyándose en un buen examen de conciencia, de todo el año, para recuperar la memoria de Dios y de las pequeñas cosas que nos ayudan a cumplir su plan. El silencio de los bienes temporales es vivir las distintas clases de mortificación: ante las calumnias, burlas, torpezas, aportes y trabajos no reconocidos; los fracasos en los estudios, el trabajo o relaciones amorosas; el aburrimiento y la rutina, etc.

Esforzándose por vivir una cada vez más constante presencia de Dios, acordándose de él y consagrando las intenciones uno se prepara para poder vivir las mortificaciones, y éstas potencian nuestra adhesión a Dios. El ejercitar ambas vivencias muestra en nuestro camino de crecimiento espiritual un peldaño a subir ahora y a seguir subiendo en el futuro, una paciencia llena de esperanza, la hypomoné 3 que es la reciedumbre que no quita de su vista al Señor Jesús. Tenacidad que nutre en la lucha, aleja la tibieza, mata cobardía y confirma la firmeza. Esta nos ayuda a seguir, a pesar del cansancio, puesto que nuestra esperanza esta puesta en alguien que nos garantiza que a pesar de los obstáculos saldremos adelante.

Entonces no es en una “burbuja propia” donde se hace efectivo el combate espiritual, sino en los diarios quehaceres propios del estado de vida donde uno va ejercitando estos silencios para forjar virtud, sin descuidar ni postergar los momentos fuertes de oración que a cada uno le corresponde programar. En el mundo y sus imperfecciones fluyen situaciones parecidas a las comentadas antes, y estas o muchas otras podrían sembrar desunión cerca a estas fiestas, cuando en la navidad lo que se manifiesta justamente es la unidad y es además espacio para reconciliar todo lo que hay que reconciliar. Como dice una canción: en esa noche mueren todos los odios y renace la ternura. Sólo el Señor responde al corazón de la persona humana, tanto del niño como del adulto, del joven y del anciano. Una actitud comprometida y responsable, abierta a la gracia, reverente pero firme en el combate espiritual transformará nuestro corazón en un pesebre y permitirá, si Dios así lo quiere, vivir esta noche buena como la mejor noche de todo el año.



1. Ver Germán Doig - María, la mujer del silencio. Lima, Vida y Espiritualidad 2008

2. Ver German Doig – El silencio, una pedagogía para la voluntad. Lima, APRODEA 1983 pp. 25

3. Revisar Kenneth Pierce – La escalera espiritual de San Pedro. Lima, FE Fondo Editorial 2010 pp. 141-153

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