N° 15 Exhortación Apostólica Post-Sinodal Christifideles Laici, S.S. Juan Pablo II.
martes, 22 de febrero de 2011
El fiel laico
N° 15 Exhortación Apostólica Post-Sinodal Christifideles Laici, S.S. Juan Pablo II.
miércoles, 16 de febrero de 2011
¿De que sirve la vida sino para ser Santo?
lunes, 14 de febrero de 2011
martes, 8 de febrero de 2011
La Caridad, el alma de la Justicia. Para arrojar una piedra hay que estar en condición de lanzarla.

El sufrimiento es parte de la existencia humana, y a veces se tiene que cargar con el mal que hacen los seres queridos, es parte del sacrificio que implica ser una familia. Sin embargo, si un miembro de tu familia es un asesino la gente tiene derecho a decir que toda la familia es asesina?. No lo creo. Ahora bien, que sucede si la infidelidad es del padre de familia, la cabeza, y no cualquier padre de familia, sino que aparentemente era un “modelo” de padre de familia. Una familia feliz, unida, que parecía estar enraizada en el amor, digna de imitar. Alguno por ahí podría decir que la bella estructura de ese hogar es ahora falsa, que a los hijos el infiel algo de infidelidad habrá inculcado, que el “modelo” de padre de familia será imitado por los hijos así como muchas otras cosas, algunas con lógica otras llenas de mentira, de odio, con ganas de burlarse y de destruir el nombre de dicha familia.
El infiel tenía una doble vida y será juzgado por el único que tiene capacidad para juzgar a una persona. La esposa queriéndole tanto, durmiendo todas las noches a su lado, no se dio cuenta que le era infiel. Los hijos confiaban tanto en el padre que no sospechaban que podía aprovecharse a tal punto de ellos. Sin embargo, por alguna razón, la gente se ensaña y critica a toda la familia, no porque sea mala sino porque precisamente no lo es, los hijos hacen tanto bien a sus amigos, la madre es tan generosa, sus acciones en el presente y en el pasado no parecían estar cerca a la maldad sino más bien eran parte de una lucha constante por buscar, a pesar de sus defectos, la bondad y esto … esto a algunos incomoda… la gente tira piedras a la familia porque es firme en su entrega, y precisamente los que tiran piedras las tiran para tranquilizar la incomodidad que genera su tibieza, el hartazgo de saber que pueden ser mejores, pero que su mezquindad no los deja.
La madre, los hijos, todos los parientes y amigos cercanos no se esconden. Ante el dolor dan la cara, se someten a la calumnia, con el dolor a cuestas quizás trastabillan pero frente en alto se levantan y siguen caminando. Las circunstancias son muy duras, y la familia acepta este dolor, la familia madura en él y encuentra un sentido purificador, pues las forjas no te hacen retroceder; las mentiras pasan pero el amor permanece… y la humildad, la humildad nunca le ha hecho daño nadie, sino más bien enaltece.
miércoles, 2 de febrero de 2011
Reconciliación Personal
Una canción pretende recordar como el amor verdadero hace lo necesario para hilvanar la vida de dos personas, la experiencia de querer tenderle la mano a alguien y llegar tarde ... ó sufrir su indiferencia ... no se sabe si una es más dolorosa que la otra, pero lo que si se sabe es que se encuentra en esto "un algo" que purifica. Es reconocer que a veces el regalo más sencillo ilumina una vida compleja y sobre todo que la apertura de corazón a los demas responde la inesquivable pregunta de si todo esto tiene o no sentido.
martes, 1 de febrero de 2011
La Misión de los laicos: No al clericalismo

La vocación de los fieles laicos a la santidad implica que la vida según el Espíritu se exprese particularmente en su inserción en las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas. El apóstol San Pablo nos amonesta diciendo: «Todo cuanto hagáis, de palabra o de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por su medio a Dios Padre» (Col 3, 17). Refiriendo estas palabras del apóstol a los fieles laicos, el Concilio afirma categóricamente: «Ni la atención de la familia, ni los otros deberes seculares deben ser algo ajeno a la orientación espiritual de la vida». A su vez los Padres sinodales han dicho: «La unidad de vida de los fieles laicos tiene una gran importancia. Ellos, en efecto, deben santificarse en la vida profesional y social ordinaria. Por tanto, para que puedan responder a su vocación, los fieles laicos deben considerar las actividades de la vida cotidiana como ocasión de unión con Dios y de cumplimiento de su voluntad, así como también de servicio a los demás hombres, llevándoles a la comunión con Dios en Cristo». Los fieles laicos han de considerar la vocación a la santidad, antes que como una obligación exigente e irrenunciable, como un signo luminoso del infinito amor del Padre que les ha regenerado a su vida de santidad. Tal vocación, por tanto, constituye una componente esencial e inseparable de la nueva vida bautismal, y, en consecuencia, un elemento constitutivo de su dignidad. Al mismo tiempo, la vocación a la santidad está ligada íntimamente a la misión y a la responsabilidad confiada a los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo. En efecto, la misma santidad vivida, que deriva de la participación en la vida de santidad de la Iglesia, representa ya la aportación primera y fundamental a la edificación de la misma Iglesia en cuanto «Comunión de los Santos». Ante la mirada iluminada por la fe se descubre un grandioso panorama: el de tantos y tantos fieles laicos —a menudo inadvertidos o incluso incomprendidos; desconocidos por los grandes de la tierra, pero mirados con amor por el Padre—, hombres y mujeres que, precisamente en la vida y actividades de cada jornada, son los obreros incansables que trabajan en la viña del Señor; son los humildes y grandes artífices —por la potencia de la gracia de Dios, ciertamente— del crecimiento del Reino de Dios en la historia.
N° 17 Exhortación Apostólica Christifideles Laici - Juan Pablo II